martes, 26 de febrero de 2013

Para aquellos que no nacieron cinéfilos

Nunca me ha interesado el cine. Yo no he sido alguien que se hubiese preocupado por las películas, por comprarlas, ir al cine o haber seguido algo fanáticamente. Por el contrario, he sido alguien que compartía las películas con los colegas, igual con las series, y entre la familia. Lo típico. Pero nunca me pude encasillar en una saga como Star Watrs, ni he crecido como fanático del cine clásico. Todo lo que conozco del cine clásico hoy por hoy es básicamente Charlie Chaplin y Los Hermanos Marx. Pero eso sí, todo. Cuando me pongo con algo me pongo. De hecho, Cuando era pequeño, recuerdo que veía horas de dibujos animados. 
Disney, a pesar de lo que puedan decir otros, me ha inculcado y enseñado a ser un guerrero nazi, un ingenioso suricato, un niño con exigencias a la hora de ver la tele. Pero no es que no me tragase cualquier otra película que no fuera El Rey León, es que me sentaba simplemente y la veía, por lo visto era lo único que me hacía comer, aunque no lo recuerdo bien. De todas formas, he podido ver otras películas, y siempre que no tenía nada mejor que hacer me sentaba en un sofá a ver lo que echasen.

Han habido buenas temporadas de películas en la tele, cuando aún no teníamos series.ly. Tanto en la tele, como en cintas de VHS, hemos podido ver cosas como El pato Donald, Colega, ¿dónde está mi coche?, Atrapado en el tiempo más de tres veces y demás. Pero recuerdo escenas de mi vida en las que no tenía nada mejor que hacer y me quedaba a ver una película porque quería verla mi prima pequeña que le gustaba Rapunzel, pero a los cinco minutos se cansaba y se iba a jugar con mi hermana. Creo que fue parte del castigo por ser tan pesado de pequeño. En esa clase de películas de princesitas que no son como la Princesa Elena (Eilonwy) de El Caldero Mágico (The Black Cauldron), iban aflorando ideas premeditadas hacia la inteligencia de las rubias o sobre el peso ideal. Si mal no recuerdo, dejaron de sacar las Cabbage Patch Kids con la popularización de lo que sería en español como La pandilla basura. Y quedaron finalmente las muñecas repollo como muchas otras que vinieron después como las de trapo. Y poco a poco se fueron convirtiendo las muñecas de plástico, más delicadas que si fueran de cristal, en modelos a seguir. Sin personalidad. Eso mismo que cambió los estereotipos de la moda. ¡Las Barbies! Bueno, es igual.

Me ha tocado crecer con una sociedad loca cuando todo iba bien. He crecido creyendo que las cosas cambiaban a bien superando el mal, que si pudieras vivir un mismo día muchas veces sería mejor poderlo elegir, o que si tienes humor de patos es que no conoces el Vive y deja Vivir [Hakuna Matata, el Carpe Diem africano]. 
No solo la música es cultura, el cine es tan bien cultura musical. Cultura musical cinematográfica, pero cultura. Al fin y al cabo el cine recoge lo mejor de todos los sentidos. Recoge todo lo mejor de nosotros, porque pretende que te identifiques con él.Y entre eso y el humor absurdo a lo George de la Jungla, tenemos una educación basada tanto en el cine, como en el buen humor. Y la verdad, sigo pensando que lo único que te hace saber de algo es, al fin y al cabo, tener buen gusto a la hora de dejarse llevar por una cosa o por otra. Claro que antes solo era cambiar de emisora o de canal, ahora es saber elegir entre tantas cosas por ver o recordar.